miércoles, 9 de septiembre de 2015

ANARI. "Zure aurrekari penalak" (2015)


Hay veces que hace falta muy poco para caer rendido ante un disco. Le quitas el pijama de plástico, le pones a dar vueltas en un campo invisible de atletismo, te sientas y esperas. Hay veces que desde la primera canción, no puedes dejar de decirte a ti mismo que estás ante algo grande.

Me paso con "Irla izan", y ahora estoy igual de sobrecogido cuando ha comenzado a subirme la fiebre con "Ametsen eraiste neurtua" que abre este "Zure aurrekari penalak" ("antecedentes penales"). La voz de Anari cada cada vez mas intensa y expansiva, la banda haciendo de tripas corazón para no quedarse en un silencio de miedo.

Hay veces que no hace falta saber un idioma para comprender todo. "Orfidentalak" me desarma, la guitarra que te mece mientras suena la irrupción lenta, mientras los caminos se llenan de miradas bajas, de voces que viven en oscuridad. El sol no viene, es igual, tenemos las canciones.  Y "Zure aurrekari penalak" es una colección implecable de sensaciones, un cúmulo de nubes que descargan espasmos, un rubor en la mejilla, un paseo por la desesperación despacio, sin levantar la voz.

Todo en "Zure aurrekari penalak" esta en su sitio. Rudezas las mínimas, Anari prefiere pasear por el lado de las entrañas que se sacuden como cuando en "Arquimedes" no te queda más remedio que gozar sueños.

Poesía es "Oreinak", medios tiempos que tiemblan, que te agitan el interior, que hacen palidecer la llama que se eleva desde lo más íntimo de tu yo. Anari te susurra con gritos bajos, te da una ración de sensaciones que tu te encargas de dirigir. Un torbellino inclemente, un paseo de luz.

Un disco con hits para el corazón, para dejar rendido tu pecho, como cuando suena "Nola galgu", con esa guitarra que va despertando el tema, con un mapa sonoro de árboles duros y rocosos, de cielos que ventean amor. Que delicia. "Hareago" consigue que se pare el tiempo, caos capturado en una mano donde al abrirse aparecen truenos de porcelana.

"Zure aurrekari penalak" no tiene puntos flacos, todo el disco es para tenerlo cerca de ti cuando quieres hablar de silencio. Me alucina el piano en "Otzanak" y el posterior relato de Anari mientras la banda parece una versión de Tindersticks euskaldunes.

Para terminar la aventura, "Armagabetzea", punzando de nuevo tu piel con hierro caliente, abrazando la noche que no para. Un enorme disco, lleno de contrastes y sabor venenoso. Dolor y expresiones al limite de una artista que no tiene límites. Para degustarlo con una copa de ponzoñoso veneno de olvidos.


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