jueves, 19 de febrero de 2015

AT SWIM TWO BIRDS. "Before you left" (2009)


Qué calma. Qué paz. La voz del ex-The Montgolfier Brothers, Roger Quigley, sigue siendo como una bandada de pinzones alojados en el sustento de una secuoya que acostumbrada siempre a los altos vuelos, se contenta en sus ramas bajas con la nidada de un sonido arrullador.

Tengo toda la pequeña discografia de At Swim two Birds, y este "Before you left", es el mejor, (casi empatado con "Return to the scene of the crime"). Basta decir que desde que "Intro" le da la palabra a la segunda track del album, la soberbia, "I must be losing you", con sus ocho minutos de bostezos de amor y lagunas de encantamiento, no paras de desear que este viaje no llegue jamás a su término.

Acompañado Quigley de Otto Smart y la chelista Sophia Lockwood, la banda con nombre de una novela del irlandés Flann O'Brien, nos mece, intima con nosotros como quiere, cuando sacan pechos con letanias tan hermosas como "The night we ran away", musitando cordura, espectorando girasoles.

"Let her go", es terciopelo amasado con ternura, música para dormir épicamente sin malos pensamientos, tensión cortada por lo sano, ansia de silencio total. No hay nadie como Quigley para cuidar tus tristezas personales. Es como la portada del disco. Un banco de madera, un hombre solitario mirando el trasiego de las hojas que vuelan esparcidas por el aire embriagador. "Ad nauseam".

No hay nada como ponerte preciosidades como "No fear", con su liviano encanto, con su poso otoñal, para que de un golpe se te olviden todas las preocupaciones que acucian el hecho en si de vivir. Un paréntesis para el letargo, una malla tirada a un rio desbocando peces amaestrados con sedales de  mentira.

Las cuerdas de la guitarra en "Dear of night", rasgan la noche, militan en la profundidad de un eco, pasean con la voz estupefacta de la sorpresa en un bosque plagado de verdes encantamientos. At Swim two Birds. Basta con pronunciar el nombre de la banda para que permanezca en nosotros un rumor de magia, una brizna de lucha interior.

La más maravillosa del lote, al final. "The March of kings". Las cuerdas como un himno, la epopeya de un canto sepulcral, la mania de no hablar más que para sonreir, el velero llevado por aguas corrompidas de cariño. At Swim two birds. El rugir de la soledad y el sosiego.



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